En los libros "Materia y Psíque" y "Número y Tiempo.Psicología de las profundidades y Física moderna" Marie Louise Von Franz escribió:
"Los acontecimientos sincrónicos son para Jung la coincidencia significante de acontecimientos exteriores, que parecen producirse de manera aleatoria, accidental, en relación al principio de la explicación causal, y que constituyen probablemente una sub-categoría de un principio más general de configuración acausal, indeterminado y dotado de significación ...
Según Jung, el mandala sería un acontecimiento psíquico de sincronicidad, como un equivalente parapsicológico del "unus mundus". La idea del "mundo uno" se funda en la hipótesis de que la multiplicidad del mundo empírico descansa sobre la base de una unidad presente en este mismo mundo. Según esta concepción, todo lo que es separado y distinto, hace parte de un solo y mismo mundo que sin embargo no es perceptible, aunque representa un postulado cuya verosimilitud es reforzada por el hecho de que hasta el presente jamás ocurrió al hombre el haber podido descubrir un mundo en el cual nuestras leyes de la naturaleza no tengan vigencia ...
En verdad no hay esperanza de que el trasfondo unitario del mundo pueda ser representado jamás. Pero sabemos hoy de una manera indudable que los fenómenos empíricos descansan sobre una base trascendental. Esta última es tanto física como psíquica, es decir que no es ni la una ni la otra, sino que constituye un tercer término, una naturaleza neutra, que en el mejor de los casos no puede ser aprehendida sino de una manera alusiva porque su núcleo es trascendental. ...
El mandala es formación-transformación, actividad eterna del significado eterno, el Centro, la expresión de todos los caminos, es camino que conduce al justo medio, a la individuación. La meta del desarrollo psíquico es el Sí. No hay desarrollo lineal, hay solo una circumbalación del Sí. Una ventana hacia la eternidad. El Sí es un principio y un arquetipo de la orientación y del significado, una función saludable. El Centro es la "esfera espiritual" que es unidad y totalidad. Aquello que abarca todas las cosas, el que mora en lo "interno y la profundidad" en el Centro, en lo más íntimo del alma. El amor del prójimo mismo saca su orígen del amor de ese Sí, el lugar en donde Dios opera. El símbolo del fondo del alma armoniosamente escondido en la naturaleza. El mandala simboliza por su Centro tanto la unidad última de todos los arquetipos como la multiplicidad del mundo fenomenal y constituye así el homologo empírico del concepto metafísico del unus mundus. Hoy se sabe de una manera que no deja lugar a dudas que los fenómenos empíricos descansan sobre una base trascendental. ...
Actualmente la ciencia intenta acercarse a esta nueva visión del mundo a través de la mecánica cuántica, que establece que ya no es posible ignorar la influencia del observador sobre el sistema observado, lo que ha permitido al factor psíquico subjetivo invadir la concepción física del mundo. En complemento de esto, la psicología de las profundidades ha desarrollado igualmente la idea según la cual, describiendo las capas más profundas del inconsciente colectivo, nos acercamos a algo que es impalpable que no sería diferente de la materia. Se asiste aquí a la manifestación de cierta energía física latente en el psiquismo. De este hecho se debería también atribuir a la materia una psíque latente. Es en este estado intermediario que se constelan los acontecimientos parapsicológicos a saber, la identidad de un orden subjetivo con un orden objetivo apareciendo los dos conjuntamente en el tiempo (de esto la noción de sincronicidad). Los fenómenos de sincronicidad van a la par con una extraña relativización de la relación espacio-tiempo habitual y de la conexión causal, pudiendo ambas incluso anularse completamente. ...
Jung escribió: "existe en la naturaleza un trasfondo de acausalidad, de libertad y de significación que es complementario al determinismo, a la mecánica y a lo absurdo". ...
En la Tradición China, se halla esta idea en la noción del Tao, que traduce la conexión global significante de todo lo que es. Los Chinos pensaban generalmente de una manera sincrónica: cada instante representaba para ellos una configuración significativa de cosas sucedidas por azar, sin el menor indicio de un encadenamiento causal. Todo lo que se produce en un momento dado participa ineluctablemente de la cualidad singular de ese instante, incluida la disposición psíquica del observador. El punto de vista causal descrito de la siguiente manera: como es que D se produce a partir de C, C a partir de B, B a partir de A etc... mientras que, en cambio, el Chino con su enfoque de sincronicidad, se pregunta porque todos los estados A', B', C', D', se reúnen en tal momento en el tiempo, con la presuposición que la situación representa en sí misma una "imágen" que puede ser leida y comprendida. Se trata esto de una idea fundamental para los taoistas, y para las ciencias clásicas chinas. ... El Tao Te King dice:
Hay algo que, perfecto en la indiferenciación,
Precede la formación del cielo y de la tierra
No es más que silencio y vacuidad.
Independencia, inmortalidad
Independencia, inmortalidad.
Movimiento circular que nada obstaculiza.
Se puede considerar esto como la Madre del Universo.
Treinta radios rodean el eje central:
Es la Nada en la rueda la que hace la utilidad del carro.
Se moldean recipientes, platos y potes:
Es la Nada en el interior que hace la utilidad del recipiente.
Se perforan puertas y ventanas en las casas,
Pero es la Nada en el interior que hace la utilidad de la casa.
Así, el algo produce realidad.
El no-ser lo vuelve utilizable.
Es de esa Nada situada fuera del tiempo (no-tiempo) que fluye el "río de gracia" que produce ese Ahora omnipresente. Es en el Ahora, en el Eterno Presente que se encuentran los "gérmenes": los "gérmenes" son el primer comienzo del movimiento y la manifestación, en primer lugar como factores de fortuna o de infortunio. El hombre noble puede ver los "gérmenes" y actuar inmediatamente en consecuencia.
"El misterioso punto de contacto de los dos sistemas parece ser una especie de pivote o eje en donde se reunen psíque y materia. Cuando un individuo se pone en relación con el elemento que opera ahí, se encuentra en la vecindad de esta esfera de "milagros" que no pueden producirse sin una actitud correspondiente. Esta es la razón por la cual el filósofo chino Mo Tsen declara:
"Solo el hombre regido por la más extrema autenticidad puede desplegar su propia naturaleza ... puede también de esta forma desplegar igualmente la naturaleza de su entorno ... pero puede también asistir las fuerzas transformadoras y nutricias del cielo y la tierra. Solo un hombre tal posee igualmente una presciencia del porvenir ... Pero la ciencia y la virtud son propiedades de la naturaleza y así la unión del exterior y del interior puede ser realizada. Las vías del cielo y de la tierra pueden ser explicadas en una sola frase: ellas son sin ningún dualismo, y es así que ellas engendran las cosas de una manera 'insondable'."
En una constelación tal, la unidad original se manifiesta activamente en el instante de una irrupción de lo eterno en el sistema temporal, y suprime momentáneamente la doble estructura. Así el "unus mundus" se revela en el fenómeno de sincronicidad. No obstante, en el instante siguiente, el devenir prosigue de nuevo su curso sobre las vías del modelo temporal, y así el orden intemporal vuelve a caer entonces en su estado latente.
Sabemos que en la muerte, la parte material del hombre se disuelve en partículas materiales inorgánicas, por lo tanto en esa "alguna cosa" que la física moderna definiría como "un campo electromagnético cuyos puntos excitados representan las partículas". Los antiguos textos religiosos describen la muerte como una ascensión en el campo de los arquetipos del inconsciente colectivo. Es entonces como si la consciencia psíquica de la identidad que vinculamos durante la vida a la experiencia de nuestro cuerpo, se traspondría en el mundo de las partículas elementarias y de los "campos", así como en las profundidades del inconsciente colectivo. Pero la gran pregunta se plantea entonces:
¿Esto significa una dispersión y una disolución de la experiencia psicofísica de la identidad individual, y entonces el regreso a una completa inconsciencia, o se produce una contracción de la consciencia en un mandala de "pequeño sistema del mundo", que hace posible el mantenimiento de la consciencia?
En los antiguos textos religiosos, el mantenimiento de la personalidad, de la identidad personal después de la muerte es considerada como dependiente del "conocimiento de sí" o de la "iluminación" del individuo, y aquel que lo logra, ese solo puede penetrar en el mundo intemporal con la consciencia de su yo y conservar así su identidad a través de todas las idas y venidas bajo formas diversas.
La concepción china de la vida después de la muerte, según Richard Wilhelm, parece arrojar luces particularmente interesantes sobre este asunto. Los Chinos distinguen en el hombre un aspecto corporal y un aspecto psíquico que a la muerte se dispersan los dos en la substancia universal animada. No obstante, queda todavía un tercer elemento, de naturaleza psíquica, capaz de consciencia, que debe ser concentrada durante la existencia para sobrevivir a la muerte. Esta tendencia a la consciencia debe, en el curso de la vida, edificarse un "cuerpo sutil", un "cuerpo de naturaleza espiritual" que le da un sostén cuando debe separarse del cuerpo que hasta ahora era su compañero, porque a partir de ahora no encuentra morada. Este elemento psíquico es primero algo muy delicado, y solo entre los más grandes sabios es que tiene una estabilidad interior que le permite durar después de la muerte. En los otros hombres, esta posibilidad de conservar la identidad consciente debe ser sostenida por el recuerdo de los vivos.
Para edificar un cuerpo espiritual, los Chinos trataban de desatar desde esta vida ya, las energías del cuerpo ordinario y dotar a la potencia seminal, la entelequia ─ en nuestro lenguaje moderno: el Sí ─ de un nuevo cuerpo. Se trata de un movimiento retrógrado de la energía vital. Nace así un campo de fuerzas alrededor de un núcleo psíquico, una energía de ritmo determinado, que Richard Wilhelm llama "un pequeño sistema del mundo". Este yo del cuerpo sutil no esta más atado al cuerpo físico, es una especie de yo universal en el cual el yo anterior es por así decir trasladado. Después que este cuerpo espiritual ha sido edificado, el hombre vive simultáneamente en el Aquí y en el Más Allá. Pero este Más Allá no esta separado ni temporalmente ni espacialmente del Aquí: es el Tao, el Sentido que impregna simultáneamente todo ser y todo devenir. El núcleo psíquico del alma, vuelto consciente, y el campo de energía que lo rodea, parecen de este modo poder conservar después de la muerte una identificación individual en el interior del unus mundus psicofísico.
Psicológicamente esto significaría que el Sí, monada psicofísca o núcleo último de la personalidad, no solamente engendra a partir de sí mismo la consciencia del yo, al producirse el nacimiento y durante el crecimiento del hombre, sino que lo atrae y lo contrae de nuevo en sí mismo en el momento de la muerte, así como la savia ascendente de un árbol hace brotar las hojas en primavera, se retracta luego en otoño, de tal manera que una parte de lo que ha sido engendrado, las hojas, se marchita y se extingue. Si se mira las burbujas en la superficie de un liquido, se observa a menudo que una más grande y una más pequeña se atraen mutuamente, y se ve a la más pequeña, a la vez atraida y repelida, girar alrededor de la más grande, y subitamente, fundirse de golpe en ésta para volverse una con ella. Me parece que del mismo modo es así con el complejo del yo, centro de nuestra consciencia, el cual, en parte atraido y en parte retenido por el temor, gira alrededor del centro interior más grande, el Sí. La hora de la muerte sería a la vez el choque decisivo al igual que el momento tan esperado de la conjunción de dos mundos, en el que el yo se zambulle en la monada interior para unirse a ella. Cuando un hombre, participa conscientemente al proceso que lo prepara a este instante ─ el proceso de individuación ─ y se esfuerza en la medida de lo posible de vivirlo, tiene éxito en hacer la experiencia consciente de esta trasposición del yo en el Sí. Pero si contenidos psíquicos, permanecidos autónomos y no integrados por él, giran todavía alrededor de él, se produce una desviación de la consciencia que resbala en la inconsciencia, lo que los textos antiguos representan bajo la forma de un aprisionamiento, entonces el muerto debe regresar para un largo viaje suplementario hacia el Sí antes de encontrar la existencia eterna.
Si suponemos que lo psíquico y lo material son dos aspectos de igual importancia de la Unidad primordial, no solo es el yo, esta personificación permanente del Sí como la llama Jung la que debería tener un fundamento material, sino que también el Sí debería tenerlo, lo que los textos mitológicos tratan de expresar por medio de la "Piedra" o del Mandala".