30/7/20

El Mandala el Centro





En su libro "La Creación de la Consciencia" Edward F. Edinger escribió: 

"La historia y la antropología nos enseñan que la sociedad humana no puede sobrevivir por mucho tiempo, a menos que sus miembros estén psicológicamente contenidos en un mito central vivo. Ese mito proporciona al individuo una razón de ser. Las principales culturas mundiales se aproximan en mayor o menor grado a un estado de carencia de mitos. El colapso de un mito central es como el rompimiento de un frasco que contiene una esencia preciosa. El sentido se pierde. En su lugar se reactivan los contenidos primitivos y atávicos. Los valores diferenciados desaparecen y son sustituidos por motivaciones elementales de poder y placer, o entonces el individuo se expone al vacío  y al desespero. Con la pérdida de la consciencia de una realidad transpersonal (Dios) las anarquías internas y externas y los deseos personales rivales asumen el poder. La pérdida del mito central acarrea una situación verdaderamente apocalíptica, y ese es el estado del hombre moderno. Así lo expreso W.B.Yeates en sus poemas:


Girando y girando en el torbellino que se alarga
El halcón no puede escuchar al halconero;
Las cosas se despedazan; el centro no puede ser encontrado;
La mera anarquía se esparce por el mundo;
La marea baja de sangre se esparce y en todas partes
La ceremonia de la inocencia se ahoga;
Los mejores carecen de toda convicción, 
Mientras que los peores están llenos de apasionada intensidad.
Ciertamente alguna revelación está en camino
Ciertamente un segundo acontecimiento está en camino."


La diáspora, lo que está disperso dentro de uno como limaduras de hierro, debe ser fundido al calor de un fuego interior vivo y ardiente para provocar la soldadura de las limaduras para que el contenido interior del hombre forme un bloque. Si esto es alcanzado el hombre habrá adquirido la Piedra que significa firmeza y estabilidad de su ser en la cual debe perseverar y de la cual no debe desprenderse o apartarse. Quien posee ésta Piedra no puede jamás ser disgregado por las influencias colectivas o los problemas interiores: de aquí el sentimiento que constituye una parte del Hombre que puede sobrevivir a todo (esta sobrevivencia alude sobre todo a la continuidad de la consciencia a la no disolución de la consciencia). Esta es nuestra perspectiva. Para alcanzarla habrá que desembarazarse desde el comienzo de toda ilusión respecto a sí mismo, por cara que sea, y para deshacerse de ella son necesarios sufrimientos y esfuerzos complementarios porque es precisamente en lo hondo más profundo del sufrimiento que es por así decir engendrado el contenido del grado siguiente, "el nacimiento del hombre interior" es decir el Sí que de acuerdo a la psicología analítica se realiza en el proceso de individuación y que representa una integración recíproca del consciente y del inconsciente. De lo contrario se vive librado a los acontecimientos que no se pueden prever ... se vive ocupado en recomponer todo con subterfugios ... una ilusoria existencia.

En la Tradición Judía se reconocerá aquí el proceso de las dos dimensiones de la redención: ambas tienen en común la recuperación del Centro y la consciencia del Centro.

La redención colectiva por un lado, porque el Judaismo no es una religión sino una Nación: la pérdida inicial del territorio nacional y la posterior actual recuperación del mismo: el Estado de Israel y la inquebrantable decisión consciente de no volverlo a perder más nunca, a cualquier precio.

La redención individual por otro lado, porque lo más cercano e inmediato que tiene el hombre es su propia realidad, su Sí Mismo que debe ser redimido como lo hemos dicho anteriormente, adquiriendo la firmeza, la estabilidad, la permanencia y la consolidación de su consciencia, aún después de que se pierda el recipiente que la contiene que es el perecedero cuerpo físico.

El símbolo vivo de éste Centro en la Tradición Judía, cuya consciencia interior y exterior hay que recuperar, que no solo es colectivo sino también individual o en lo interno del Hombre, es la Piedra de Fundación (Even Hashetiyá) : la Piedra del Monte Moriyá en la que Abraham iba a sacrificar a su hijo Isaac ... la Piedra sobre la cual Jacob puso su cabeza y soñó ... la Piedra sobre la cual fue construido el Templo de Salomón en Jerusalem ... el Centro del Mandala ...  el Sí Mismo a que alude C.G.Jung en el proceso de individuación ...

Este Centro individual y colectivo, es simbolizado de muchas maneras en las distintas Tradiciones, las orientales y las occidentales, porque la Realidad es Una, Dios es Uno sin segundo y no hay nada fuera de Él. 

De muchas maneras decimos, como una Madre que prepara la comida para sus hijos de modo que cada uno de ellos tenga la que le conviene: de un pescado grande hará platos diferentes para sus hijos: a uno pescado frito, a otro sopa hervido de pescado, a un tercero pescado al horno, a un cuarto pan de pescado (guefilte fish) etc... aunque es el mismo pescado, sus hijos mientras están en la periferia o en camino hacia el Centro dicen: "el mío es el verdadero pescado, no el tuyo."

Este Centro en el que confluyen el "cielo" y la "tierra" es el "lugar" en el que se encuentran los Vivientes o los Justos (Tzadikim) de todas las Tradiciones.

Según la Tradición Judía, la división del Mar de los Juncos (Yam Suf) es la culminación de la salida de los límites (metzarim) comúnmente llamada salida de Egipto. A semejanza de la Piedra de Fundación (Even Hashetiyá), o el Centro, atravesar el Mar a secas sin que la consciencia se disuelva paulatinamente es una conjunción o fusión de los opuestos:

Por un lado, el paralelo espiritual del Mar es "los mundos ocultos o velados" (Almá deitkasiá) reinos en los que la revelación de la Divinidad es tan abrumadora que las entidades que existen en ese reino están impregnadas con la Unidad de Dios hasta el extremo de que no tienen existencia independiente.

Por otro lado, el paralelo espiritual de la tierra seca es "los mundos revelados" (Almá deitgaliá) reinos en los que la revelación de la Divinidad ha sido tan limitada que las criaturas de esos mundos se ven a sí mismas como entidades distintas y separadas.

En la partición del Mar, los Vivientes ─ los que se dotaron de una vestimenta (levush) capaz de resistir el efecto disolvente del Mar de los Juncos (Yam Suf o Yam Sof) al contrario de los que no se dotaron de esta vestimenta ─ siguen existiendo conscientes de sí mismos con sus identidades individuales como las criaturas de los "mundos revelados" aunque simultáneamente están en el Mar en medio de los "mundos ocultos". Esta interacción entre los "mundos revelados" y los "mundos ocultos" es en verdad una fusión de los opuestos: la existencia del hombre, del Viviente, permanece intacta pero su consciencia y su existencia están subsumidas completamente en la Divinidad. El Viviente que salió de Egipto, que atravesó a secas el Mar del Fin es un habitante de dos mundos: la fractura ha sido cicatrizada, jamás tendrá reposo ni en este mundo ni en el otro, irá de combate en combate.