La madre naturaleza es la matriz de la vida. Da sin cesar y sin reserva ... La primera mujer que vivencia un hombre es su madre: su único propósito en la vida es saciar su hambre, cuidar su cuerpo, procurarle bienestar. Su poder es inmenso. Sus besos alivian el dolor, sus brazos lo mecen para que duerma. Ella satisface sus necesidades físicas y emocionales. Esta relación madre-hijo es uno de los misterios más bellos de la naturaleza. Pero la naturaleza también es cruel: al entrar en la vida adulta, el hombre debe abandonar el calor del nido de la infancia para poder entrar al mundo y construir uno propio.
Eros, el principio feminino, se manifiesta tanto en el hombre como en la mujer. Pero mientras que la personalidad consciente de la mujer depende de este principio, no es en la consciencia sino en el inconsciente del hombre que Eros se manifiesta. La personalidad consciente del hombre, siendo masculina, depende de la ley masculina del Logos, pero en su lado inconsciente, manda su alma (en sentido psicológico no teológico), alma que la humanidad ha considerado siempre como feminina. Este alma feminina del hombre es el anima. La naturaleza de esta anima y el rol que juega a sus ojos, determinan la naturaleza de sus relaciones con las mujeres al igual que sus vínculos internos con el ámbito espiritual sobre el cual el anima reina.
Cuando el anima se proyecta sobre una mujer es algo así como un espejismo, una ilusión que oculta la mujer real que esta ahí: los propios contenidos sentimentales inconscientes los encuentra en una forma personificada. La suma de esos contenidos componen la parte no reconocida de la psique del hombre y cuando se juntan en una totalidad constituye el alma feminina del hombre que ejerce sobre él una fascinación irresistible, algo así como "la mujer de los sueños" ... Este alma feminina es lo que Jung llama anima. La proyección del anima no puede ser desatada si el hombre no acepta ver que, en su esfera psíquica, existe una "imago" de la madre, y no solamente de esta, sino también de la hija, de la hermana, de la amada, imagen intemporal universalmente presente, y que toda madre y toda amada son las portadoras y las realizadoras de ese peligroso espejismo que hace parte de todo aquello que hay de más profundo en la esencia del hombre. No estamos hablando de una invención consciente sino de una producción espontánea del inconsciente; tampoco es una figura que se substituye a la madre: todo ocurre como si las propiedades numinosas que vuelven a la "imago" de la madre tan influyente y tan peligrosa provinieran del arquetipo colectivo del anima que se encarna de nuevo en todo niño varón.
El anima es forzosamente diferente y separada del yo masculino a causa de sus cualidades femininas. Esta es la razón por la cual se sustrae al control de la consciencia y es relativamente autónoma en lo que atañe a las intenciones y a las orientaciones del yo. La autonomía del anima hace que la consciencia la note como una especie de personalidad menor independiente, que tiene una vida y actividades propias. El anima da a la consciencia del hombre la posibilidad de establecer relaciones afectivas y amorosas.
Erich Neumann dijo que "el anima es la fuerza motriz, la instigadora del cambio, cuya fascinación empuja, seduce e incita al hombre a todas las aventuras del alma y del espíritu, de acción y creación en el mundo interno y externo".
El anima encarna todas las tendencias psicológicas femininas de la psique del hombre, tanto las positivas como las negativas, lo que sucede sobre todo cuando el hombre no es consciente del anima.
Entre las tendencias positivas tenemos estados anímicos, emociones y sentimientos, las intuiciones e inspiraciones, la introspección subjetiva, la sensibilidad a lo irracional, la capacidad de amor personal, el sentimiento de la naturaleza y también y no menor su relación con el inconsciente.
En cuanto a las tendencias negativas, la inclinación de hacer comentarios venenosos y picantes que descansan sobre cierta mentira, estados irracionales, explosiones de malhumor, fantasias sexuales desconectadas de la realidad etc... en otros casos el anima vuelve a los hombres plañideros y deprimidos, vanidosos y tan infantilmente celosos como una mujer que sufre de un sentimiento de inferioridad ... todo esto que irrita mucho al entorno y particularmente a las mujeres.
Marie Louise Von Franz escribió: "mientras la integración de la sombra permite un mejor entendimiento entre personas de igual sexo, la integración del animus y del anima colma la ausencia de comprehensión entre los sexos y evita numerosas tragedias tan inútiles como infantiles. Toda trabajadora social conoce el sufrimiento de una nueva generación de niños criados en hogares destrozados y desgraciados. Debo admitir con toda franqueza que es un trabajo grande ayudar a los seres a volverse conscientes de su sombra, y que es aún más difícil ayudarlos a volverse conscientes del animus y del anima. La gente parece tener grandes reticencias en ver con honestidad y prefieren mucho acusar a las circunstancias exteriores cuando las cosas no van bien en su vida".
La unión del consciente o de la personalidad del yo con el inconsciente personificado como anima, engendra una personalidad nueva que abarca los dos componentes (consciente e inconsciente) ... "para que después de haber sido dos se convierten de alguna manera en un solo cuerpo". La personalidad nueva de ninguna manera es algo como el intermediario entre el consciente y el inconsciente: es los dos a la vez, y como esta nueva personalidad trasciende la consciencia, no debe ser designada como yo, sino como Sí. El Sí es yo y no yo, subjetivo y objetivo, individual y colectivo. Es, en tanto que grado supremo de la total unión de los contrarios, el Símbolo Unificador. Por consiguiente no puede ser expresado conforme a su naturaleza paradójica sino por figuras simbólicas. El Sí, y esto hay que recalcarlo, no es entonces una doctrina sino un símbolo natural más allá de toda intención consciente.
C.G.Jung, Mary Esther Harding, Marie Louise Von Franz